La pinche adultez.

Por Hugo Alejandro Vega


Existe un carácter individualista que persiste en el encuentro frente a una pintura, en un cuadro lo cotidiano nos es devuelto a través de la mirada de su artífice, hace de lo común una percepción particular. Esta es la concepción superficial del arte como “estilo”, de lo original como criterio. Aun desde la práctica, pintar suele ser un trabajo en que el diálogo involucra al eco y el acompañamiento se equipara más bien a la consulta de referentes.

PeroLa pinche adultez, proyecto colaborativo de las artistas Ingrid León Acosta y Ana Armitage, revela que la soledad es una circunstancia de creación, frecuente pero no necesaria. Su trabajo en conjunto va más allá del complemento de habilidades, pues destaca las cualidades de la pintura al depurarla de las limitaciones del solipsismo. La clave no es la cantidad de artistas, sino la naturaleza de su relación. La amistad como recurso artístico sustituye el error por la complicidad, ante la incertidumbre no opone la certeza, sino la confianza.

Todas las formas de la camaradería albergan una función estética: la travesura expone aquello que lo privado mantiene imperceptible, el humor resuelve lo ridículo en imagen y, como resultado, obtiene la sonrisa; invadir el espacio personal para comprobar que el baño está ocupado abre la intimidad a la experiencia compartida. Precisamente una de las mayores cualidades deLa pinche adultez es que asume una sensibilidad visual actual, hay un deseo de alarde latente en la diversión que es satisfecho como una pintura de colores brillantes y muy puros, de paletas armónicas. Se trata de cualidades propias de la imagen en una era digital, adecuadas para mostrar la fiesta que derivó en un regaderazo grupal, una perforación de pezón o una batalla de rap.

En la gestualidad de cada personaje se afirma un ánimo colectivo que desborda el ser particular, se desdibuja la mano que planteó las figuras o sus detalles, porque las deformaciones superan la determinación de la autoría. Es imposible señalar quién realizó cada elemento, para Ingrid y Ana, el método consiste en ir de lo singular a lo impreciso. Lo exagerado es lo que escapa a la medida individual. Una ontología que se aparta de los límites y elige lo grotesco para plantear su ambigüedad.

Nada puede imponer la vida adulta a quien sabe sustraerse de sus promesas de legitimidad. El compromiso también sabe expresarse mediante una actitud despreocupada y, ciertamente, la pintura puede gestarse dentro de un proceso lúdico, que se atreve a hacer una bolsa de lo que solía ser un cuadro y que realiza en pareja lo que se pensaba exclusivo de la soledad.

La pinche adultez @lapincheadultez
Ana Armitage @anaarmitage
Ingrid León Acosta @ingrid.leonacosta

Hugo Alejandro Vega

Ciudad de México, mayo de 2021

Miguel Casco Arroyo

(Puebla, 1991) Artista visual, gestor cultural y museógrafo.

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