La cuarta dimensión estética. Arte de ciencia ficción.
Más allá del conocimiento
Un acento minúsculo incide en el paisaje. Un óvalo en el cielo es suficiente para conducir la interpretación de toda la pintura; para desencajar la regularidad del pensamiento. La ciencia ficción no se agota en el recuento de tópicos, su actualidad en el arte contemporáneo no se explica por su concepción como género. Parece más oportuno hablar de estéticas, del umbral de ideas que se vislumbra desde figuras como extraterrestres o apéndices tecno-orgánicos y que responden a la insuficiencia de los conceptos clásicos para satisfacer las inquietudes de la humanidad en el presente siglo.
Cada forma de entendimiento conlleva anomalías, aunque su vigencia se debe a lo que permite conocer, su contorno lo dibuja eso que se sustrae a todo esfuerzo intelectivo. La ciencia ficción apunta al límite, reconoce la presencia inefable pero ineludible de aquello que no envuelven los paradigmas disponibles.
En las estéticas especulativas deben reconocerse entonces, recursos de la imaginación para habérselas con el carácter finito del saber. Entidades alienígenas o escenarios de otros mundos envuelven una decidida voluntad de conocimiento. Ocurre lo mismo con los objetos disímiles que armonizan su yuxtaposición incompatible en la conformación de ciborgs, pues al abandonar su uso convencional se entregan al planteamiento de lo posible. Dicho de otro modo, en estas imágenes se concreta el cuestionamiento a lo familiar, se hace sensible la sospecha de que existe vida más allá del solipsismo.
Realizar una autopsia a un supuesto alíen viene a significar, así, una revisión a los modelos agonizantes. En sus entrañas aguarda el extrañamiento de lo propio. La perspectiva de la alteridad parte de la consciencia del lindero, en ella se cifra el matiz ético y el atractivo epistemológico que apuntala a la ciencia ficción como una estética. Cabe preguntarse ¿qué tipo de certezas pretenden vulnerar estas obras? ¿Qué tipo de épocas son las que se sinceran con lo incierto?
Una estética de lo que no es
Al valerse de la visualidad, la ciencia ficción pretende el extrañamiento por encima de la develación. Moverse en un estadio de ambigüedad entre lo figurativo y lo abstracto para señalar lo que habita en la orilla del saber. El balbuceo es una pronunciación elocuente para referirse a lo desconocido. Cuando una obra de arte sugiere una figura, no se trata de una tímida afirmación de la realidad, sino de una expresión de inconformidad, del esfuerzo por disolverla entre preguntas.
Si, como dice el filósofo Baruch Spinoza, el alma tiene la forma de aquello que le ocupa, entonces estas obras muestran un ánimo entregado, no a una verdad determinante, sino al cuestionamiento de lo que se tenía como inamovible.
El discurrir lineal es el abrevadero de la tradición, de los discursos que apelan a la historia para fundar su autoridad en las seguridades. Las propuestas que integran La cuarta dimensión estética le plantan cara, desde la especulación, a las narrativas del poder. Aquí se hallan fósiles probables, criaturas que no necesitan ser descubiertas para obtener garantía de su realidad y que, en cambio, cuestionan al tiempo con la amenaza siempre latente de su emerger; un beso se vuelve cienciaficcional cuando se opone a las teleologías, cuando, haciéndose eco de 1984, encarna la rebelión con la sinceridad del gesto; aquí radica el valor del steampunk, en el anacronismo como postura, pues sus tecnologías suponen una alternativa y no un futuro para lo que ya es.
La ciencia ficción sería ilustrativa si representara las expectativas de la realidad imperante, si cumpliera con el equívoco de ser un ensayo para el progreso tecnológico. En cambio, es una estética en la medida en que hace presente lo otro del conocimiento. Frente a la cronología total, a la ciencia ficción le basta un zeptosegundo para plantear la duda.
Hugo Alejandro Vega
CDMX, marzo de 2023