Ficción de lo cotidiano.
Por Hugo Alejandro Vega
El proceso de resolución de un cuadro no se reduce al acto, la pintura va más allá de aquellas sesiones en las que se sostiene un pincel o se miran pretextos. A menudo la imagen es ensayada por el pensamiento, cuando finalmente aparece como estudio en el lienzo ya fue anticipada en la imaginación y, entonces, al ejecutar, frecuentemente lo perceptible contradice lo planeado. Por supuesto, es falaz hacer del tiempo un criterio para juzgar el valor de una pieza, los planteamientos más eficaces suelen verse traicionados por una mancha adicional pero, ¿qué tipo de arte haríamos con todas las horas a nuestra disposición?
La pintura de Remi Cárdenas responde a la fantasía común de una duración indefinida, pareciera que él tiene, efectivamente, todo el tiempo del mundo, que sólo hace falta la insistencia suficiente del trazo para hacer de una sesión de doce horas, de una escena preparada con antelación, un retrato. Pero esto es una ilusión: por sobre todas las cosas, Remi tiene suficiente paciencia para mantener suspendido en el baño un color cuya intensidad no pudo retener la luz; para apaciguar en la inmovilidad las sombras ante su ventana; para comunicar y hacer que perdure la somnolencia de un perro.
Segunda ilusión: el realismo que define su intención técnica. Un elaborado artificio se encuentra al servicio de su obra, en ella las personas se vuelven personajes, su consistencia se olvida de la carne y elige la apariencia. No son dibujos inconclusos, Remi le ha pedido a la gente que se desnude para luego empeñarse en robustecer línea a línea una zona. ¿Acaso se trata de un alarde de su capacidad para ignorarlo todo?, o quizás su concentración se ve satisfecha en un fragmento. Recurre al mito para titular algunos de sus estudios y en la pintura hace de la presencia un imposible, rematando la imagen con coronas florales y animales atractivos. Sería mentira hablar solamente de lo cotidiano, es una ficción de lo cotidiano.
No queda lugar para la contemplación en el mundo, pero aquí tiene resguardo, es una estrategia que permite tolerar la muerte en ilustraciones incapaces de violencia, indiferentes a ella. No le interesan tanto los órganos como el hallazgo del color rojo. Se requiere paciencia para lo bello, para exhumarlo.
Lo alentador de su trabajo es que permite creer que el arte está al alcance del tiempo. Pero si esto resultara ser otra ilusión, conviene preguntarse ¿si tuviéramos su destreza, seríamos capaces de hacer de lo cotidiano una ficción, de hacer de las formas un reposo? ¿Será que en Remi anida una paciencia infinita, lo bastante generosa para recoger categorías olvidadas por la historia? ¿Nos atreveremos, como él, a insistir en la belleza y el mito?
Hugo Alejandro Vega
CDMX, enero de 2022