Salón Mesones. La cuestión de la vigencia en pintura.

Por Hugo Alejandro Vega.

A la pintura la acompaña desde hace tanto la pregunta por su vigencia en el mundo, que no me parece tan apremiante hallar una respuesta como dilucidar la insistencia en la propia pregunta. ¿Qué modo de entender el arte se delata en ese planteamiento? Pienso así en la primera edición de Salón Mesones, como un examen de las variaciones posibles de dicha interrogante.

En primer lugar habría que discernir si, al inquirir por la vigencia, nos dirigimos a la pintura o a los problemas que componen su historia. Por ejemplo, aunque esta disciplina supo colmar el interés en la representación o en la belleza, igualmente halló rumbo cuando tales paradigmas cedieron lugar a otros como la conformación de lo real que exploró el cubismo o la naturaleza de la subjetividad del postimpresionismo. En ese sentido, me intriga si somos capaces de un problema del que no pueda participar la pintura.

Identifico en las estrategias expositivas del Salón, cuestionamientos propios de la reflexión pictórica. La obra de Raya y la de Itzel Beltrán destaca por la presencia apasionada del óleo, por el color estridente o sombrío respectivamente que, en ambos casos, espeso, soberbio, se resiste a ser dominado por la figura. Frente a sus piezas se hallan lienzos de Remi Cárdenas de particular onirismo, y de Fernando Arty que conjuga ficción con política. En ellos la imagen reivindica su autosuficiencia como una posibilidad artística. ¿En dónde colocar a Natalia Pájaro, cuyo Desdoblamiento 1 parece conducir el realismo hacia el carácter lúdico de la pintura? Este núcleo de la muestra sintetiza pues, el problema de la materia ante la forma. Aunque cabe hablar de preferencias personales, en último término se trata de la pregunta por la realidad: ¿es la idea o lo sensible? Cualquiera que sea el criterio, un cuadro puede sustentarlo. 

Un homenaje, en seguida, a los grandes salones parisinos en que la tradición se afianzó y fue cuestionada. El emplazamiento reúne piezas de Valeria Saavedra o Jocelyn Estrada con obras de Erick de Gorostegui o Ángel Chávez. Es decir, este muro indaga por los elementos que articulan una estética contemporánea en que convergen expresiones de intimidad, vulnerabilidad y franqueza junto a temas clásicos como el autorretrato o el bodegón, pero atravesados por el eclecticismo de internet o la dieta que permite un expendio de conveniencia. ¿La pintura obtiene vigencia de la vitalidad del tema, o es éste el que cobra relevancia en la reflexión plástica?

El rapto de Angewomon de Nicolas Faluotico, La piedad de Eva de Edgardo Joel Olivares o mis propias Plegarias constituyen una pregunta por la actualidad de lo sagrado. Como tópico, su interés se cifra en que persiste desde la pintura al óleo hasta imágenes que involucran recursos digitales, en otras palabras, ¿por qué no podemos prescindir de Dios? Pero la revelación divina apunta más bien al modo en que nos situamos en el tiempo, y quizá también a la manera en que nos equivocamos. En otras palabras ¿qué veneramos en nuestra práctica?, como artistas ¿estamos haciendo una crítica al dogma, o creemos en verdad que la vanguardia tecnológica es garantía de una buena obra? Caso contrario, ¿confiamos en que esa promesa la cumple el solo hecho de apegarse a los credos convencionales?

A continuación, dos afirmaciones de la pintura como presencia, la primera es el mural efímero de Pepx Romero, 12 metros de acrílico sobre yute que se desenrollan por la sala y bajan del balcón hacia la calle. La pintura no es un horizonte simbólico labrado al interior imaginario de la pared, lo posible no conlleva limitación. Aquí, la obra se sitúa donde se supone que no debe de estar, arrojada a un más acá en que El ritmo de la noche o la muerte de lo cuir conquista su lugar -que no lo solicita- al colocarse ante el paso. 

La segunda afirmación se halla en Pega de locura de Andrea Garay. Considero que el criterio histórico es externo a la pintura (y que es más pertinente pensar a la historia desde un entendimiento artístico), por lo tanto, si la intención representativa persiste en las creaciones recientes, no debe valorársela en términos de vigencia. En todo caso, ¿qué hay en el pensamiento pictórico que envuelve a todas las cosas? En cuadros semejantes lo importante no son los objetos, sino la necesidad de que incluso un recipiente de Krazy KolaLoka obtenga una confirmación de existencia al ser pintado. 

Hacia el final, una pieza de Luis Uribe Kirwan complementada por televisiones que se derraman en el suelo, un par de prints de la serie Pxrnpics de Miguel Casco y la obra OPAL de Douglas Ángulo que involucra luz LED. ¿Cabe hablar aún de pintura? La CP 2024-01-11 a la(s) 8.50.51p.m. de Casco, elude la censura al encontrar en la pantalla pixelada motivos cromáticos. Se pregunta cuál es la estética del impedimento. La visualidad persiste aunque se imposibilite la figura precisa.

El atractivo de la innovación técnica, al parecer, es que nos ahorra los procesos, permite arribar de inmediato al objetivo. Considero que estas obras, en cambio, alteran esa marcha directa del punto A al B. Trastocan el propósito. Por eso perviven los televisores que el deseo de vanguardia había desechado. ¿De nuevo los dispositivos recientes obligan a la pintura a sincerarse con respecto a su vigencia? Pero si la reflexión ocurre en el intervalo creativo, ¿será benéfico valorar la inmediatez? 

Desde mi perspectiva, nuestra disciplina es un modo de entendimiento. El óleo nos resulta tremendamente afín porque tiene la maleabilidad de la materia sin compromiso con ninguna forma, pero la plasticidad es, en último término, esa posibilidad de hallar determinación y volver a configurarse en algo distinto. Lograr nuevos sentidos con los mismos elementos. Y esto se puede hacer con algo más que el pigmento.

Creo pues, que hay valor en la pregunta por la vigencia de nuestro quehacer, pero con ello no se puede pretender justificar a la pintura ante algo exterior a ella misma. Toda vez que la pintura se somete a ese examen, termina por devolver un planteamiento más acuciante: ¿Por qué es necesario hablar de vigencia? Salón Mesones se ha atrevido a diversas formulaciones de una cuestión importante. Me parece que aun aventura otra: considerando todas las obras que integran la muestra, todes sus artistas, incluso si no hubiera vigencia ¿dejaríamos por ello de pintar, encontraríamos valor en una actividad que se desarrolla en su propio tiempo? 

Hugo Alejandro Vega
Ciudad de México, junio de 2024

Miguel Casco Arroyo

(Puebla, 1991) Artista visual, gestor cultural y museógrafo.

https://www.miguelcasco.com/
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